Acabas de llegar y aún no se si eres un huracán o un arco
iris. Nunca fue cuestión de tiempo si no de calidad. Y así con todo. La puta
buena suerte que me ha cruzado en tu camino es algo que aún no deja de
sorprenderme. Y tus ojos azules. Mi color favorito. Que las cosas despacio se hacen mejor lo sé
desde hace mucho, pero que soy una impaciente y te vería cada día también. Al
final se trata de hacer lo que te haga feliz, y lo que sonrío contigo llevaba
mucho tiempo sin sucederme. No es que no me ría, que me rio y mucho cada día.
Es que sonrío con cada músculo de mi cuerpo. Que por muchas trabas que las
mentes puedan ponernos en el camino, por mucho que pensemos con lógica y
decidamos lo que es objetivamente mejor, lo que importa es que nos hacemos temblar
cuando nuestra piel se toca. Estoy harta de los “debería ser debería hacer” si
a mí lo único que me apetece es pasar horas tumbada a tu lado. Con muchos
besos. ¿y si sale bien? Preguntaste ayer. ¿Te imaginas? Muchísimos días así.
Irnos de acampada juntos a ver estrellas. Hacer rutas por la montaña. Bañarnos
en la playa y dar vueltas como croquetas en la arena. Ver amanecer. Hacernos
muchas fotos, aunque no te gusten. Viajar juntos sin planearlo demasiado. Mirarte,
mirarte mucho más y fuerte. Quedarnos con una manta y comer chocolate. Hacerte
cosquillas. Y que me muerdas y me acaricies. Y más besos por favor. Quizás es
culpa mía por haber visto tanto bueno en ti que no quiero que te alejes de mí.
A algunas personas les asustaría lo que nos pasa. A mí me maravilla. Lo único
que me asusta es no disfrutarte el tiempo suficiente. Son noches de horas que pasan como segundos. Quiero tener frio y que me abraces. Y tener
calor y que me desnudes.