sábado, 13 de mayo de 2017

Pensar y pensar. Y tratar de olvidar

A los cuatro días de conocernos, ya sabía que iba a quererte, y también que llegaría el momento en que tendría que olvidarte.

Así llevas dos años, atragantado en mi vida diaria, como si formaras parte aún de una cama en la que ya no duermes, de un tiempo que ya no compartes, de unos besos que se perdieron. Sigo pensando que rodeas mi cintura de la misma forma en que un día lo hacías para dormir, pero ya no te puedo tocar, ni oler ni mirar. Lo único que queda es un reflejo buscando otro, y las ganas de que todo fuera diferente.
No estás, y sin embargo te veo.

Te veo en el azul que siempre está presente en mi vida, en las estrellas fugaces, en los trazos de pintura, en el timbre del horno, en los botones de mi cámara y en el momento de despertar, estirando la mano esperando sentir calor. Te sigo viendo, o sintiendo y eso es lo peor, porque cuando mi autodefensa se imagina un final alternativo a esta snuff movie emocional siempre veo soluciones que luego no puedo o no soy capaz de aplicar. Soluciones que simplemente no existen, y quizá es el momento de aceptarlo y continuar. Convirtiéndote en recuerdo, en vez de en necesidad, en pasado en vez de en presente. Lo que ocurre, simplemente, es que no quiero olvidar-te

La mañana me despierta, 
y desayuno un nuevo día 
y lo pinto de colores, 
por si vuelves vida mía 

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